- El legendario campeón costarricense recuerda parte de su fabulosa trayectoria.
Durante más de 15 años, el motociclismo de velocidad en Costa Rica tuvo un nombre que acaparó prácticamente todos los titulares: Carlos Cortés, quien desde su debut en 1965 con apenas 16 años de edad, hasta su temprano retiro a inicios de los años 80, alcanzó la impresionante cantidad de 68 títulos locales, regionales y continentales, una cifra que debe encabezar los registros de cualquier centauro en América Latina, al menos en lo que a velocidad en asfalto se refiere.
Carlos «Tuta» Cortés empezó a competir siendo todavía un escolar con máquinas de baja cilindrada – algo normal en los jóvenes prospectos en cualquier época -, pero lo inusual en su caso era su estatura: 1 metro con 82 centímetros, vale decir, algo poco común en cualquier modalidad del deporte a motor y en especial la motovelocidad, acostumbrada a la menuda figura de competidores que pueden pasar por jockeys.
Con la educación y modales como sello inconfundible que identifican a cualquier ciudadano de su país, Carlos Cortés evocó algunos de sus pasajes en las pistas de Suramérica en los años 70, citas que congregaron a los mejores pilotos de la región en distintas cilindradas, hasta tener la posibilidad de participar en dos ocasiones en el Gran Premio de Venezuela (1977 y 1978), ediciones en las que pudo codearse con lo mejor del planeta.
«A pesar de mi estatura (1.82 cm), si bien es cierto que se me hacía incómodo en las motos de 50 y 125cc – relata Carlos Cortés – pero uno se adapta y compensa con técnica y manejo y además, siempre fui muy disciplinado y no tuve problemas con mi peso. Cuando pasé a manejar motos de mayor cilindrada ese handicap lo pude compensar. La primera vez que competí en Suramérica fue en Colombia 1971, en el Panamericano realizado en el circuito Ricardo Mejía de Bogotá. Participé con una Yamaha en la categoría 180cc y pude lograr la victoria frente al colombiano Octavio Echevarría. Era una moto absolutamente casera, de esas que usaban los repartidores, pero trabajada en lo que nosotros llamamos Mecánica Nacional. La primera serie la gané por más de 15 segundos y en la segunda terminé pegado al ganador. Por la suma de tiempos y la diferencia con el segundo era el vencedor sin discusión. Sin embargo, los jueces nos dieron empate en puntos en el agregado de las dos carreras, aunque en realidad yo había triunfado tanto en la prueba del sábado como en la del domingo, pero como incluso llegué casi a doblar al segundo, allí vino la confusión de los jueces. Fue un momento incluso incómodo y tenso, porque los tres responsables que tenían que tomar la decisión dieron su veredicto y me declararon ganador en la general, pero descartaron la opinión de la única mujer que estaba en ese jurado y todo apuntaba a que iban a declarar vencedor al corredor local… Ni siquiera pensaba participar en la premiación, pero el delegado de Costa Rica (Marco Cercone padre) insistió en que me presentase y bueno, cuando anunciaron el nombre del vencedor me llamaron a mí! Camino al podio hasta hubo una discusión y altercado con los integrantes del equipo colombiano, pero finalmente me dieron el título y lo recuerdo con mucho cariño».
En esa edición 1971 del denominado Panamericano de motovelocidad y motocross efectuada en el recién estrenado trazado bogotano, tomaron parte centauros de Costa Rica, Venezuela y la anfitriona Colombia. La delegación tica contaba también con figuras como Rodrigo Canet, quien ganó la primera manga en 125cc, pero tuvo que abandonar en la segunda y por ello la victoria recayó en el venezolano Domingo Cortez, quien además duplicó éxitos al vencer en 100cc al manillar de impecables Suzuki especiales de competencia.
«Nosotros llegábamos con motos realmente modestas en comparación a las de los venezolanos y de otros países de Suramérica – recuerda Cortés – en una oportunidad incluso nos dijeron que si estábamos seguros de inscribir una moto que llevamos porque tenía una preparación casera que distaba mucho de las motos racing que tenían los pilotos de otras delegaciones, pero cuando salíamos a la pista, demostrábamos que podíamos ser competitivos con nuestra mecánica nacional. Con la 50cc Yamaha incluso le sacamos el tanque de combustible para reducir peso y usamos el depósito del autolube (para mezclar el aceite y la gasolina en los motores 2 tiempos) y allí cargábamos la mezcla. Debo admitir que nunca fui muy diestro en la parte mecánica, pero conté con técnicos que asistieron mis motos o conté con la ayuda de amigos en los países que visitaba».
En 1975, bajo el impulso del empresario de la moto y ex corredor venezolano Andrea Ippolito, se inicia un nuevo formato en los torneos regionales de motociclismo bajo la bandera de la recién creada Unión Latinoamericana de Motociclismo (ULM), primer certamen que contó con 4 fechas en las que el programa combinaba el mismo fin de semana carreras en asfalto y motocross. La fecha inaugural se disputó en Bogotá, siempre en el Ricardo Mejía, y fue Tuta Cortés el encargado de estrenar los registros del certamen al imponerse en la división 50cc.
«A ese latinoamericano de 1975 asistí a la primera fecha en Colombia con una Yamaha de 50cc, una moto por demás básica que no era especial de carreras. Sin embargo, para el domingo, amaneció con una ligera llovizna y allí vi una posibilidad de destacar, porque nosotros en Costa Rica estábamos acostumbrados a correr con agua. En efecto, aproveché el piso húmedo y pude pelear la punta desde la salida: en las curvas me despegaba, podía defenderme, hasta bajaba la pierna y la deslizaba sobre el asfalto, pero en las rectas me alcanzaban y me dejaban botado; entonces empecé a sacar cuentas y cada vez que me pasaban, vi que lo hacían cerca de la línea de meta que estaba a la mitad de la recta principal, por lo que en la última vuelta salí lo más fuerte que pude de la curva final y eso me permitió recibir la bandera a cuadros con una moto de ventaja frente a la Suzuki del venezolano Santiago González».
La segunda ronda del Latinoamericano 1975 se celebró en Santiago de Chile, en Las Vizcachas, trazado en el que Tuta Cortés logró ubicarse como escolta tanto en 50 como en 125cc, y ello le permitía compartir la vanguardia en la clasificación de la cilindrada menor con Santiago González, vencedor en el escenario santiaguino. La tercera ronda estaba pautada en Venezuela, en el circuito semipermanente de Lagunillas, en Mérida, pista que a pesar de las críticas de los especialistas locales además de las advertencias en cuanto a la precaria seguridad, las mismas no iban a ser escuchadas, fin de semana que iba a estar marcado por la tragedia tras el accidente mortal durante los entrenamientos del venezolano Antonio «Tonino» Milano.
«En Chile nos fue bien. Hacía frío, pero hubo buen clima y quedamos segundos detrás de Aldo Nannini en 125cc y de Santiago González en 50cc, por lo que ambos llegamos empatados a Venezuela. A los pilotos nos llevaron en un autobús que salió de Caracas a las 4 de la tarde y llegó a Mérida a las 6 de la mañana, y a las 8 am estaban pautados los primeros entrenamientos… Nos extrañó a todos los invitados el por qué no había venezolanos en el autobús y luego supimos que todos se habían ido o en avión o salieron con mucha anticipación por el largo viaje por tierra. Lagunillas era un circuito realmente peligroso, porque era muy rápido y no había zonas de escape. En las prácticas de 350cc, yo venía detrás de Milano y vi cómo se estrelló contra las defensas: fue un golpe muy fuerte y luego falleció en el hospital. En esa misma vuelta se cayó otro venezolano (Vittorio Battistini), dos pilotos que no eran ningunos jovencitos; recuerdo que el cupo máximo era de 5 pilotos locales por cada cilindrada y entonces les dijeron que los que hicieran el mejor tiempo, competían y por allí empezó la tragedia. Fue tal el impacto que causó ese accidente en nosotros los ticos, que mi compañero que iba a correr por primera vez con una Harley Davidson en 350cc, quedó realmente impresionado y me confesó que no quería correr. Le dije entonces que lo mejor que podía hacer era decirle al equipo que no iba a participar porque tenía temor, pero él prefirió tomar la salida. Se dio la arrancada y en pocas vueltas ya lo habían doblado, el dueño de su moto se indignó de tal manera que le pidió la bandera negra al director de carrera y se la sacó a su propio piloto… Cuando se detuvo, preguntó qué sucedía y fue su manager el que le recriminó su ritmo tan discreto y lo castigó sacándolo de la carrera. Al final, esa moto que ya me la habían ofrecido, me la terminaron asignando».
Los recuerdos negativos de la prueba de Lagunillas no culminaron con el fallecimiento de Milano. Para Cortés la cita venezolana también significó resignar sus posibilidades de consagrarse en 50cc por un hecho antideportivo que lo afectó de manera directa, al recibir el sabotaje de su moto por parte de unos aficionados irresponsables que le echaron clavos o chichetas a sus neumáticos y los pincharon prácticamente en la zona de largada.
«Recuerdo con bastante molestia ese episodio de Mérida porque me quitó las posibilidades de pelear por el título de 50cc con Santiago González – afirma Cortés – Había marcado el mejor tiempo en los entrenamientos, pero en la salida algunos espectadores colocaron clavos en el asfalto sobre mi puesto de arrancada que pincharon mis dos neumáticos y tuve que detenerme en la misma primera vuelta. Cuando el delegado de Costa Rica fue a protestar no le hicieron caso y eso me dejó sin posibilidades. Fue una manera muy fea de perder la posibilidad de luchar un campeonato. En 125cc subí al podio en el tercer lugar después de un tremendo duelo precisamente con Santiago González: lo pude adelantar en una maniobra al límite o como le decimos en Costa Rica, «a huevo», al rozarnos y meterme por dentro casi tocando las defensas. El triunfo fue para un niño llamado Iván Palazzese y segundo fue Aldo Nannini, quien fue el campeón. Con los dos tuve oportunidad de competir en varias ocasiones, eran estupendos. Iván iba muy muy rápido, lamentablemente falleció años después en Europa corriendo en el Mundial, mientras Aldo murió en un accidente en Caracas saliendo de firmar el contrato con Venemotos para la temporada 1978″.
LOS GRANDES PREMIOS DE VENEZUELA
Pero más allá de esa experiencia negativa, Carlos Cortés tiene memorias muy emotivas y de enorme agradecimiento para con los pilotos venezolanos, al entablar sincera amistad con Rogelio «Chispita» Cardozo a quien llegó incluso a comprarle una moto, mientras no olvida la ocasión en la que el ídolo local Johnny Cecotto le permitió tener acceso a los neumáticos de carrera de la casa francesa Michelin durante la inauguración de la temporada 1977, en el I GP de Venezuela.
«En el Mundial de San Carlos de 1977 llegué con una Harley Davidson para correr en 350cc, pero en los talleres de Venemotos en Caracas me dijeron que mis gomas (cauchos) estaban muy desgastadas y que ellos no tenían para ofrecerme, pero que en la pista podía conseguirlas con la firma Michelin. Cuando llegamos a San Carlos, fui al camión de los franceses, les pedí un juego de neumáticos, me preguntaron mi nombre pero como no estaba en su lista y no era uno de los pilotos regulares del torneo, no me dieron nada, entonces pedí comprarlas, pero como respuesta tuve que ellos no las vendían… Estaba realmente preocupado. Fue entonces cuando me acerqué al pit de Johnny Cecotto: yo conocía a su hermano José (Peppino) con quien había corrido en los Latinos, entonces Johnny me atendió de una forma muy gentil, le expliqué lo que sucedía y tomó una tarjeta personal y con un mensaje directo le escribió a los integrantes de Michelin; fui con la tarjeta que me dio y de inmediato me dieron un juego de gomas nuevas, balanceadas y montadas en sus rines… Gracias a ese detalle, pude mejorar mis tiempos y logré clasificar. En carrera llegué en el puesto trece. Quedé muy satisfecho por mi desempeño y por convertirme en el primer costarricense en participar en una válida del Campeonato del Mundo y además fui uno de los latinoamericanos más destacados en ambas oportunidades».
De las historias que rozan la ciencia ficción que rodearon esa edición del Gran Premio de Venezuela, está el caos provocado por la ausencia de habitaciones en la capital de Cojedes, desbordada debido a su limitada infraestructura. Carlos Cortés tenía una reservación hecha en un albergue pero al llegar al mostrador, le dijeron que no había nada a su nombre… Luego de vagar por el pueblo – al igual que decenas de miembros de equipos europeos y latinoamericanos que se encontraron con esa desagradable sorpresa en la logística – el espigado Tuta terminó agotado en la estación de bomberos local, le pidió a los encargados si podía descansar en el asiento de uno de uno de los camiones, y cuando recibió el visto bueno, vio con sorpresa que en el asiento trasero estaba durmiendo el español Víctor Palomo, el flamante campeón de la Copa del Mundo FIM de 750cc porque también se había quedado sin habitación…
«Cuando vi que un campeón del mundo como Palomo no tenía dónde dormir, entonces me tranquilicé bastante porque me dije que si eso le pasaba a él, poco podía yo exigir que no tenía mayor palmarés – admite con modestia – pero sí, San Carlos era una pista muy rápida, pero el calor era tremendo, insoportable en realidad. Para el GP de Venezuela de 1978 no teníamos moto, pero entonces mi amigo venezolano Chispita Cardozo nos vendió su Bimota por el mismo precio que le costó a él: 4 mil dólares. Se lo comenté a mi patrocinante y no lo dudó e hicimos el negocio. Esa fue la máquina que él había usado para consagrarse campeón latinoamericano en 1977 en 350cc. Chispita me prestaba su apoyo siempre, incluso con su mecánico, uno que siempre tenía las manos llenas de grasa, pero era muy hábil y en realidad yo casi siempre viajaba solo y eso representaba una ayuda invalorable en un evento internacional. En una ocasión en Yaguarcocha, Ecuador, yo estaba corto de dinero y el grupo de venezolanos salía a cenar y me dijeron que los acompañara, pero les dije que prefería quedarme en el hotel. Ellos insistieron, Chispita entonces me dijo que me prestaba 100 dólares y que se los devolviese en La Guásima. Cuando volvimos a vernos en Costa Rica y fui a cancelarle el dinero, me dijo que no, que lo hizo así porque sabía que de otra manera no iba a aceptar la invitación. Un gesto muy valioso».
Carlos «Tuta» Cortés tenía toda la intención de participar en la tercera – y última – edición del GP de Venezuela disputado en 1979, pero la moto nunca llegó y tuvo que conformarse con ver la carrera en televisión dentro de un motorhome con aire acondicionado de unos amigos venezolanos dentro del propio circuito de San Carlos porque el calor era poco menos que infernal…
LEYENDA TICA Y CENTROAMERICANA
La hoja de resultados de Carlos «Tuta» Cortés en el motociclismo de velocidad costarricense y centroamericano dejó registros poco menos que impresionantes, con más de medio centenar de diademas en todas la cilindradas. Y para aquellos que crecimos profesionalmente en la era del no menos legendario motocrossista tico Adrian Robert – poseedor también de un palmarés excepcional – resulta fascinante el poder conocer más de esos años y las interesantes confrontaciones en las naciones de la región.
«Quedé campeón en todas las cilindradas, desde las más pequeñas a las más altas – señala Cortés – corrí en todas las pistas de Centroamérica, desde Panamá hasta México, pasando por Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala y por supuesto, Costa Rica. Había todo tipo de escenarios, unos muy buenos como Los Volcanes en El Salvador, una señora pista, a otros que se hacían en las calles, pistas urbanas que eran realmente peligrosas. Una vez en Guatemala competimos en un circuito que lo definí como una pista de motocross para motos de velocicidad, porque la superficie causaba tal vibración que llegó a quebrarme la horquilla trasera, se partieron 10 rayos del rin trasero y 5 del delantero, el amortiguador de dirección también se dañó y no había forma de repararlo. Entonces Fritz Klimowitz, un muy buen piloto chapín y quien era uno de mis principales rivales, llevó mi moto a su taller y allí la repararon, incluso le montaron un amortiguador de dirección de otra moto que tenían que entregar el lunes, y eso me permitió correr. Me ganó la carrera, pero siempre hubo un enorme respeto, nos dábamos duro en la pista, pero siempre corrimos de manera limpia. Lo mismo, así como él me ayudaba en Guatemala, cuando iba a Costa Rica yo le daba una mano y trabajábamos en mejorar las motos, para luego enfrentarnos con todo».
En la historia regional y mundial, ha sido habitual ver que muchos centauros se iniciasen en el motocross y luego dieran el salto a la velocidad en asfalto. Al menos así aconteció con figuras regionales como los venezolanos Rogelio «Chispita» Cardozo, Aldo Nannini, Pedro Mezzerhane y José Canache, entre otros, similar al caso del chileno Vincenzo Cascino, pero Carlos «Tuta» Cortés eligió el camino inverso, y lo hizo un poco para responder a un reto que le planteaban sus compatriotas especialistas en las pistas de tierra.
«En 1972, los motocrossistas en Costa Rica tildaban a los que corríamos en velocidad de una manera despectiva – evoca Tuta – entonces acepté el desafío y sin hacer mucho ruido, me fui preparando; conté con el asesoramiento de Randall Murillo, quien fue el campeón tico de motocross en 1972. Entonces me presenté a la primera carrera de 1973 y casi que se burlaban de mí: al terminar esa temporada, quedé campeón nacional en 3 de 4 categorías de motocross y además me titulé en otras tres categorías en velocidad, de verdad fue un esfuerzo enorme y no lo volví a repetir. Pero me di el gusto de imponerme también en motocross, especialidad que en realidad no disfrutaba, y creo que después de eso nadie de otra modalidad volvió a referirse mal de los que competíamos en velocidad. A comienzos de los años 80´, tenía 31 años, podía seguir corriendo, pero como a lo largo de toda mi trayectoria en realidad lo hacíamos sin ningún tipo de seguridad, fue cuando decidimos colgar el casco y atender los asuntos personales, porque mi familia crecía con el nacimiento de mi cuarto hijo. Mi esposa siempre me acompañó en las pistas y fue un apoyo muy importante».
Integrante del Salón de la Fama del deporte de Costa Rica, don Carlos «Tuta» Cortés posee también una fabulosa colección de motos a escala que acompañan a la casi totalidad de los trofeos alcanzados a lo largo de su alucinante trayectoria: y que a diferencia de tantos grandes campeones que no conservaron sus copas, él las tiene todas e incluso recuerda alguna que no le entregaron!
«En la primera fecha del Latino de 1975 en Colombia, quedamos en el segundo lugar por naciones gracias a mi victoria en 50cc y al séptimo en 350cc, el trofeo se lo dieron a Costa Rica, pero en realidad lo gané yo porque fui el único piloto tico. Estuve mucho tiempo esperando que me lo entregasen. Sí, conservo todas las copas, desde las más grandes y bonitas a las más sencillas».
Don Carlos “Tuta” Cortés también se dio el gusto de participar en el mítico trazado estadounidense de Daytona, lo hizo en la carrera de 100 millas para motos de 250cc y consiguió clasificar y culminar la prueba. Un par de décadas después, su sobrino León Cortés, se convertiría en un habitual protagonista en el peraltado escenario de Florida, siempre al manillar de impecables máquinas del cuarto de litro.
Nos queda como tarea pendiente poder contar con registros históricos de esos eventos realizados desde los años cincuenta en las naciones de Centroamérica, torneos en los tomaron parte numerosas centauros que dejaron una huella inolvidable y que merecen el reconocimiento de las nuevas generaciones de motociclistas de todo el continente.