FULVIO SASSI, EL NUVOLARI DE LA FOTOGRAFÍA DEL DEPORTE A MOTOR:
El pasado sábado 23 de noviembre, a la edad de 87 años, falleció en Caracas Fulvio Sassi, el hombre que a través de su cámara fotográfica registró durante poco más de dos décadas los momentos más importantes del deporte a motor en Venezuela, período que abarca desde la disputa de los primeros Grandes Premios de Los Próceres del segundo lustro de los cincuenta, hasta la consagración de Johnny Cecotto como campeón mundial de motociclismo en la clase 350cc en 1975.
Fulvio Sassi nació en 1926 en Varese, al norte de Italia, casi en la frontera con Suiza, a pocos kilómetros de la fábrica de motos Cagiva, como solía contar con orgullo. Su conexión con el mundo de las carreras ya venía en sus genes, porque su padre, Mario, compitió en aquellos años veinte en distintas carreras de motos en montaña, donde se midió con el que hasta la fecha es considerado el piloto italiano de automovilismo más grande de todos los tiempos: Tazio Nuvolari.
Como cientos de miles de inmigrantes europeos que dejaron sus tierras para buscar en América un futuro mejor, Fulvio Sassi llegó a Venezuela a fines de 1955, donde de inmediato empezó a trabajar con aquellos rudimentarios equipos fotográficos en formato 6×6 o en 35 mm, siempre con películas en blanco y negro, iniciándose en el ambiente de la lucha libre, entonces también conocida como catchacascan.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el pequeño hombre de sonrisa afable e intensos ojos azules, se acercara al incipiente entorno de las carreras de autos y motos que tenía su epicentro en Caracas, donde de inmediato se hizo un lugar al capturar vibrantes imágenes que luego vendía a los propios corredores y medios especializados, muchas de ellas alcanzadas a riesgo de su propia vida, en unos escenarios en los que la seguridad era una palabra absolutamente desconocida.
La presencia de decenas de sus compatriotas que habían importado su pasión por la velocidad de Italia a Venezuela hizo que su adaptación fuera inmediata, en un ambiente en el que gracias a la pujanza económica de entonces, llegaron a coincidir las marcas de autos más famosas del planeta, con formaciones de salida compuestas por los últimos modelos deportivos de las italianas Ferrari, Maserati, Osca, Alfa Romeo, Lancia o Moretti, las germanas Porsche y Mercedes, así como las británicas Austin Healey, MG o Jaguar.
Tuvo oportunidad de inmortalizar en sus negativos a leyendas del automovilismo mundial como Juan Manuel Fangio, Stirling Moss, Mike Hawthorne, Jean Behra, Peter Collins, Alfonso De Portago, Jack Brabham, Harry Schell, Luigi Musso, Pedro Rodríguez, Bruce McLaren, Joakim Bonnier, Emerson Fittipaldi, Jackie Stewart, Niki Lauda, James Hunt, Carlos Reutemann o Ronnie Peterson, entre otros, mientras en los setenta pudo admirar al quince veces campeón mundial de motociclismo Giácomo “Mino” Agostini, así como con Phil Read, Barry Sheene, Kenny Roberts y Walter Villa.
Entre sus anécdotas favoritas estaba la vez que se impuso en una de las primeras competencias de karting realizadas en Venezuela, evento organizado en 1959 por el periodista y también piloto de automovilismo Juan Vené, carrera realizada en Bello Monte, en Caracas. Fulvio contaba con orgullo que al día siguiente, en las páginas deportivas de en un diario de circulación nacional, apareció su nombre en un gran titular como triunfador de la prueba, mientras en letras pequeñas también se podía leer que Stirling Moss había ganado una competencia en Europa.
En las pistas nacionales compartió al menos con tres generaciones de volantes, figuras que iban en los años cincuenta desde Maurizio Marcotulli, Julio Pola, Alí Raschid, Joao Rezende Dos Santos, Ettore Chimeri, Eleazar Morrison, Renny Ottolina, Freddy Brandt, Juan Vené, Sauro Battistini, Silvano Turco, a los Armando “Pelón” Capriles, Bobby Dennet, Rodrigo Borges, Enrique Soto, Leopoldo Barbosa, Oscar y Enrique Notz, Alfredo Atencio, Ernesto Viso, Armando D’Ambroggio, Winston Chebly, Francisco Romero, Nelson Canache, Gustavo Sandoval, Rafael Delgado y Juan Cochesa en los sesenta y primer lustro de los setenta.
En el entorno de las motos siempre mantuvo una especial relación – si bien siempre admitió que no era el más rentable para su trabajo -, acompañó prácticamente desde sus inicios a Andrea Ippolito, Ferrucio Dalle Fusine, Pedro José Bettancourt, Lambert Danzer, Guillermo Maas, Adamo Tursini, Víctor “Guaramaca” Bracamonte, Michellino Palumbo, hasta coincidir con la irrupción del motocross en la segunda mitad de los sesenta con la participación de Fernando Macía, Silfredo “Chichí” Dorta, José Canache, Rogelio “Chispita” Cardozo y ya en los setenta los Ricardo Boada, Valentino Zolli, Claudio Ippolito, Tomas Goinger, Freddy y Enrique Brandt, por señalar a los más destacados.
Durante su trayectoria, a Fulvio también le tocó vivir momentos muy duros al ver morir en las pistas a numerosos pilotos, como fue el caso del valiente motociclista caraqueño José Antonio “El Negro” Vivas en Los Próceres 1958, aunque siempre le impactó el breve encuentro que tuvo antes de la salida del Gran Premio de F1 de Estados Unidos 1974 efectuado en Watkins Glen con el debutante austriaco Helmut Koening, a quien retrató sin casco, piloto que encontraría la muerte apenas unos minutos después al estrellarse con su Surtees debajo de una defensa metálica.
En 1973, como propietario de la exitosa revista mensual Fuerza Libre, Fulvio asistió a los GP de F1 de Argentina y Brasil y en uno de ellos se ganó un regaño de uno de los protagonistas porque el menudo hombre del overall azul celeste estaba ubicado demasiado cerca de la pista… En 1975 festejó la consagración del joven Johnny Cecotto como el monarca de menor edad en coronarse campeón del mundo de motociclismo, cetro que alcanzó en el trazado urbano de Brno, en Checoslovaquia.
Al fenómeno Cecotto lo vio debutar en las motos en Barquisimeto 1972 cuando éste apenas contaba con 16 años de edad, luego asistió a su primera carrera internacional en las 500 Millas de Interlagos, en Brasil 1973, y luego entre 1974 y 1976 estuvo a su lado en sus primeras presentaciones en las 200 Millas de Daytona, incluida su asombrosa remontada hasta el tercer lugar después de partir en el puesto 75 y la épica victoria con el neumático trasero a punto de estallar.
Las primeras carreras del karting venezolano, desarrolladas en los sesenta, también fueron captadas por su cámara. Antes de retirarse del mundo de las carreras y concentrarse en el ambiente editorial, también tuvo ocasión de apreciar el debut del quinceañero Iván Palazzese, así como de otros jóvenes valores del motociclismo en asfalto como Aldo Nannini, Carlos Lavado, Rafael Olavarría, Marco Mojica o Gustavo “Vampiro” Laya.
Curiosamente, el accidente profesional más peligroso que sufrió Fulvio no lo experimentó en una competencia a motor, sino en un evento de equitación – en el que también incursionó con una publicación llamada Caballos y Motores -, cuando una de las barreras de salto ecuestre lo golpeó mientras él trataba de capturar la mejor toma, dejándolo sin sentido durante algunos minutos.
Alejado del mundo de la velocidad, aunque siempre atento a las transmisiones de la F1 y el MotoGP, en el año 2005 recibió un merecido homenaje al ser incorporado en el Salón de la Fama Automotriz de Venezuela, iniciativa promovida por la organización FUNDAUTO que dirigía don Armando Ortiz y que también distinguió a Johnny Cecotto, Ettore Chimeri, Attilio Cagnasso y a Pancho Pepe Cróquer.
Cuando su memoria estaba en plenitud de condiciones, Fulvio era capaz de recordar hasta las deudas de aquellos clientes que décadas atrás no honraron sus compromisos profesionales, y contaba la anécdota de un piloto que se disponía a partir hacia una carrera internacional al que le pidió antes de viajar que le cancelase una deuda por unas fotos que le hizo: el corredor en cuestión le hizo un gesto cariñoso y le dijo que no preocupase, porque ¿acaso pensaba que no iba a regresar?. En efecto, su amigo perdió la vida en esa competencia…
Casado con Silvina Gamio de Sassi, unión de la que nacieron sus hijos Claudio, Robert y Teddy, Fulvio también apreciaba el arte, la música y literatura y uno de los poemas que más disfrutaba provenía del libro Il Profeta: “Ahora se le han abierto las puertas del corazón, y su alegría voló lejana sobre el mar. Cerró los ojos y rezó en silencio dentro de su alma”.
Por: Octavio Estrada